No hay más dudas, Argentina se ha convertido en una fábrica de pobres. Atravesamos un proceso sumamente turbulento en la economía en el que la inflación alcanza la alarmante cifra del 50,9%. No es transitorio se está convirtiendo en estructural y con ello las consecuencias serán más graves. A ello hay que agregarle que el gobierno no sólo desconoce el problema, sino que lo oculta, lo agrava y se niega a enfrentarlo.
La salida a la inflación ya no puede estar apoyada en relato. Es momento de que el gobierno deje la sarasa, tome el toro por las astas y se anime a tomar las decisiones antipáticas que sienten las bases para encausar la economía. Debe elegir si en el 2023 se retira con la gloria de la responsabilidad o en la oscuridad de la revancha que se llevará puesto también a los propios.
En la medida que las acciones del gobierno sigan signadas por la improvisación y la negación de la realidad, la luz al final del túnel seguirá atenuándose y con ello la posibilidad de la Argentina y los argentinos de encontrar un rumbo que permita mejorar las condiciones para todos en las décadas venideras.
Las decisiones respecto de la economía tampoco ayudan, el acceso al mercado de capitales cada vez más restringidos; restricciones a la importación, la protección de monopolios deficitarios como aerolíneas y el cambio permanente de las reglas de juego no son el mejor escenario para generar la confianza necesaria para empezar a reconstruir las bases para el crecimiento, la inversión y la expansión de la economía. Aquí por supuesto no terminan las pesadillas, la excesiva emisión monetaria destruyen la confianza en la moneda y con ello licua los ingresos de millones de asalariados que no pueden escapar del peso a monedas más confiables o estables para el ahorro. Si con suerte pueden ahorrar.
El panorama sigue siendo sombrío, porque además los embates sobre las instituciones y poderes del Estado rompen definitivamente la última chispa de confianza de los sectores de la economía y el trabajo. La solución es una cuestión de decisión política, de seriedad y planificación. Seguiremos cayendo lentamente por el abismo ante la mirada indiferente de un gobierno que transita por la gestión sin pena, sin gloria y sin moral.
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